En principio hay que diferenciar que la igualdad y la identidad no es lo mismo, así
como tampoco lo es la cultura de la Identidad, sea esta
nacional o mundial, el hablar de identidad nacional , es decir, el sentimiento
de pertenencia a una colectividad histórico-cultural definida con
características diversas, rasgos de cosmovisión
definidos con mayor o menor localismo o universalismo,
costumbres de interacción, organización social y política , etc.
Actualmente contamos con costumbres, palabras e
incluso tabús similares entre países que
nos hacen pensar que el adoptar ese tipo de pensamientos nos hacen tener una
identidad, claro está que sería una identidad individual o grupal pero no abarcaría
tanto para ser nacional, por ejemplo en México existen fechas y tradiciones muy
remarcadas desde hace ya muchos años, sin embargo el apego por querer una vida
parecida a la del extranjero nos hace realizar festividades que para nosotros
no tiene mucho sentido, próximamente se celebrara el 2 de noviembre día de
muertos con rasgos tan característicos como las calaveritas, el pan de muerto,
las ofrendas que nos hacen recordar a nuestros difuntos, pero lamentablemente
eso ha cambiado bastante drástico los últimos años, donde ahora los niños piden
dulces a partir del 31 de octubre en “Halloween”, sus disfraces ya son específicamente
de monstruos, brujas, etc. Dando vida a un rito que no es propiamente mexicano.
Así como este ejemplo hay muchos otros, que nos hacen pensar que cada día que pasa
perdemos más el sentido del lugar donde nacimos, ya no nos deleitamos con unos
tacos de banqueta y preferimos sushi o hot dogs , al final la identidad
nacional se ve simplemente marcada por los sentimientos en forma concreta del grupo al que pertenezcamos
a menor escala sea en familia, con amigos o como municipio incluso, la lengua, la
raza,
la religión,
la clase social,
la condición sexual, etc. Suelen ser la
referencia más explícita de los símbolos nativos o signos distintivos (banderas,
escudos,
himnos,
selecciones
deportivas, monedas, etc.
Tal vez a veces pensar en la identidad nacional se
piensa en que ya ningún país es como era, y que a medida que avanza la vida las
ganas de pertenecer al lugar de origen se va perdiendo, pero aún queda el
orgullo y la fe de pensar que todo se puede retomar, quizás ya no de la misma
manera pero si el conocimiento y la prevalecer la historia.
Para quienes hemos nacido en la era de la televisión, el internet, las
redes, la comida rápida, la música en aparatos cada vez más pequeños, palabras
de origen extranjero nunca fueron extrañas; del mismo modo, han sabido
incorporarse aún más, entre tantos otros
términos, para adaptarse a las crecientes posibilidades que ofrece la
tecnología y la vida misma. Algo similar ocurre con los géneros musicales: una
pareja de japoneses bailando tango en un teatro de Kyoto resulta tan común como
un español interpretando un rap escrito por él mismo, en su propio idioma.
Quien se considere ciudadano del mundo no tiene por qué adherirse a
ninguna ideología en particular, aunque existe la tendencia a asociarlos con
filosofías sobre la nación y el mundo como el internacionalismo,
el cosmopolitismo,
el anacionalismo,
el globalismo,
o el federalismo;
y con filosofías políticas tales como el paternalismo libertario y el racionalismo progresivo.
Ahora bien la identidad mundial o global habla más allá de lo que
somos cada nación, sino de lo que hacemos entre todos, como nos defendemos y
auxiliamos, como también nos destruimos o emigramos, los tratados y convenios,
la importancia de creer en un papa o en un Gandhi, de mesclar nuestras
creencias y fortalecer lo que ya somos, en dado caso lo ideal será renovar,
mejor y expresar a cada momento el concepto de humanidad, de humildad y cooperación,
mas es no sucede muy a menudo, al parecer en conocer el mundo nos ha dado armas
para destruir el planeta y a quienes vivimos en él, el no poder eliminar la servidumbre,
la humillación, el racismo, nos acerca claro a una identidad de desconfianza
pero sobre todo a una identidad deshumanizada, desinteresada y moderna claro
pero solo para el bien propio ya ni siquiera grupal, familiar o nacional.